sábado, 8 de junio de 2013

Las delicias del poder

            “Los mejores hombres para estar en el poder, son quienes no aspiran a él” Spinoza. Ésta es una de las máximas que me ha conducido en criterio y decisión, así como en la Facultad de Leyes me enseñé a no hablar de política, religión, comunismo (larga historia) y fútbol, por ser temas que pueden causar descontento interminable en ciertas personas. Y aunque parezca que voy a hablar de política, no es así, voy a hablar de animales.




            Es el gato Morris un oriundo de la villa jalapeña, que parece ubicarse como un buen candigato, prestigiado por más de sesenta mil seguidores en Facebook. El felino ha jalado de su lado cámaras y reflectores, considerado “una distracción” por el candidato de blanquiazul o como menciona el candidato tricolor “una expresión ciudadana” la cual ha ofuscado a muchos dentro de las presentes elecciones.
            Sin duda, lo increíble es el coraje que genera en las autoridades al robarles “un pizca” de su letal protagonismo, habiendo declaraciones del órgano electoral en la entidad, en sentido negativo a lo que parece una buena propuesta mercadológica.
            Cabe aclarar, que Morris, el candigato, es un simple hit en la parte baja de la novena que no cambia el resultado. Es un maullido que se oye en los socavones de una sociedad aburrida de la cultura electoral retrograda que no intenta vender sus ideas, ofreciendo el mismo producto de hace diez décadas y que ya tiene harta a sus electores.
            El fenómeno social llamado Morris, es encausado al descontento de cierto sector poblacional (por no decir “todos”) que existe en contra de la clase política de nuestro país. Con Ordaz, el Gobierno aprendió que la manifestación de ideas debía ser libre, siempre que no reuniera a jóvenes de la clase media, por ser quienes tenían acceso a medios que los dotaban de cierta apreciación de la realidad; la cultura.
            Hoy, la cultura y la ociosidad traen consigo a un gato bien parecido que viene a querer robarse la fiesta de unos cuantos, lo que de antemano no logrará, pero que parece debiere servir de ejemplo a los políticos actuales. Sabemos que las ideas, posturas y costumbres de nuestros lideres no van a cambiar en los próximos veinte años (si bien nos va), pero lo que debería de cambiar es su forma de comunicar la ambición que tienen de llegar al poder.
            Zúñiga, Dauzón, Chedrahui, todos, llegan a decirte: “soy tu candidato, quiero ganar, vota”, igual en elecciones federales y por otro lado nuestros órganos electorales hacen un despilfarro para repetirnos spots mal hechos y poco claros, sobre la cultura electoral que igual ya asquearon a los televidentes que no tienen otro entretenimiento ocasional como lo es la televisión o radio gratuitos.
            La liga de la injusticia, mejor llamada partidos políticos, deben limpiar, sino a sus integrantes, por lo menos su imagen. Los discursos de contenido banal a los que estamos acostumbrados, deben desaparecer, igual la propaganda inservible como mantas y carteles, las famosas despensas, aunque parezca imposible, deben ir desvaneciéndose como incentivo de voto.
            Las políticas de mercado que siguen los candidatos deben ser modificadas, deben vendernos una idea, una ilusión, una imagen y ya el bien mueble, objeto insignificante que se habrá consumido cuando llegue el día en que se tome posesión del puesto y nos volvamos a quejar de la misma figura política. Se deben usar otros recursos argumentales, como lo es el mismo scketch, el debate (real, no arreglado), burlarse de sí mismos, aceptar la crítica sin tapujos, abandonar el juego sucio del desprestigio y sobre todo, incluir las candidaturas independientes. Así lo muestra Robin Williams, en su película Man of the Year, donde burlase de sí mismo es la fórmula para entrar en la conciencia social.
           El Candigato Morris, idea de dos jóvenes, nos enseña que con una página de Facebook, una idea y un gato se puede ganar una elección, aunque sea una ilusión pero que muestra un excelente experimento de mercado, un mercado donde todos nuestros votos…   …están a la venta.

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