Las
instituciones mexicanas han decrecido su popularidad en base a su función como
reguladoras del régimen jurídico nacional. Han fallado como protectoras y
conductoras de las normas sociales y jurídicas que rigen nuestro sistema. Ello
ha generado un descontento masivo de los gobernados, en especial, por la falta
de visión por parte del Ejecutivo nacional y la ineficiencia del poder
Legislativo federal. Pero ello, no nos debe llevar a creer que es menester
generar un movimiento revolucionario para cambiar el rumbo del país. Tal
hipótesis ya esta fuera de nuestro alcance ya que en este siglo XXI, no podemos
seguir creyendo en un cambio generacional, cuando nuestro pensamiento esta
lleno de apatía, ingenuidad y odio. La revolución fue sólo una, lo que sigue,
es sólo el cambio, nada más.